jueves, 21 de abril de 2011

IV SEMINARIO DE HISTORIA LOCAL

IV SEMINARIO DE HISTORIA LOCAL:
“La Construcción de lo Local a partir de los Actores Sociales.”
Universidad San Sebastían
Sede Puerto Montt
6 diciembre 2010

“Nuevas corrientes historiográficas:

¿Una oportunidad para la historia regional?”

Juan Carlos Yáñez Andrade


La exposición la he dividido en dos partes: En primer lugar una breve presentación de algunos enfoques o corrientes historiográficas que han marcado la evolución de la historiografía durante el siglo XX, lo cual nos permitirá discutir sobre lo que podríamos llamar la crisis de la historia nacional y sobre las posibilidades de la historia regional. Y en segundo lugar, discutir sobre las dificultades que presenta la historia regional en su desarrollo y que serían necesarios de enfrentar para promover aún más los estudios regionales. 

1.- Sobre la crisis de la historia nacional: De la historia comparada a la historia de las circulaciones


No es desconocido que en los últimos veinte o treinta años la renovación de paradigmas que han enfrentado las ciencias sociales en general y la historia en particular, ha permitido abrir un abanico de oportunidades para el desarrollo del quehacer historiográfico. Los sujetos a estudiar se multiplican, así como el uso de fuentes o métodos son cada vez más refinados. Hoy día es posible, y de hecho se hace, la historia de todo y sobre todos. Por de pronto esta idea, en la cual estaremos de acuerdo, plantea una pregunta no menor: ¿Tiene sentido discutir sobre la historia nacional o la regional? Si la mayoría de los historiadores se definen por los sujetos que estudian, por los temas que abordan o por los marcos interpretativos que utilizan, al parecer a pocos les interesa definirse como historiadores nacionales o regionales. Si la respuesta fuese negativa, es decir, que no es pertinente debatir sobre aquello, esta presentación no tendría sentido. Pero como creo que la respuesta es positiva, es decir, sí es relevante discutir sobre la historia nacional y la historia regional, espero que en el transcurso de la presentación quede claro el por qué de esta respuesta.
         Por de pronto, esta renovación historiográfica de los últimos años ha puesto de manifiesto que los grandes relatos explicativos de la historia universal y nacional no permiten dar cuenta sobre los procesos regionales ni sobre los locales, ni profundizar, de paso, en un adecuado conocimiento de la realidad. Por otra parte, los estudios regionales, largamente menospreciados frente a una historia nacional, se han posicionado en una doble condición:

a) En primer lugar, permiten la construcción de miradas locales, las cuales integradas en otros espacios, enriquecen la comprensión de los procesos de carácter nacional. En este sentido, la historia regional juega un rol clave en proveer el material o contenido de base para esa historia nacional. Como se ha dicho en innumerables oportunidades, no hay una buena historia nacional, sin una buena historia regional.

b) En segundo lugar, es en los estudios regionales donde se puede avanzar hacia investigaciones con enfoques más integrados, incorporando aspectos económicos, sociales y culturales, que la historia nacional por su naturaleza de síntesis le cuesta más abordar. Esto significa que no hay una buena historia regional sin trascendencia, sin vinculación con la historia nacional.

          Los primeros cuestionamientos a la historia nacional, vinculada a la historiografía decimonónica, vinieron de historiadores como Henri Pirenne, Otto Hinze y Marc Bloch,  los cuales dieron formulación a lo que se conocería, por una parte, como una historia crítica e interpretativa y vinculada, por otra, al método comparativo. El enfoque comparativo comprende la tarea de seleccionar fenómenos históricos que presentan ciertas analogías y que se producen en contextos sociales y geográficos distintos.  
         Lo que buscaban estos historiadores con el método comparativo era, por una parte,  superar los estudios asociados a unidades espaciales muy pequeñas (de historia local), incorporando a modo de diálogo otras unidades espaciales (fronterizas), abriendo con ello el campo de estudio; y por otra parte, enriquecer las historias nacionales, permitiendo la confrontación de procesos que se desarrollaban paralelamente en otra región o país. 
         Con ello la historia comparada logró minar las bases de sustentación del nacionalismo  que veía en el desarrollo de la historia nacional lo único, lo irrepetible, es decir  la particularidad y que, además, negaba la posibilidad de procesos comunes o paralelos con otros países, que es la base de cualquier ejercicio de comparación. Es cierto que el método comparativo no tendrá un gran desarrollo en Francia, pero sí en Inglaterra y EEUU (Barrington Moore, Los orígenes sociales de la dictadura y la democracia y Theda Skocpol, Los Estados y las revoluciones sociales. La Revolución en Francia, en Rusia y en China).
          Será a partir de la década del 70’, en torno a la micro-historia, el desarrollo de la historia de las mentalidades y el interés por nuevos actores: mujeres, infancia, sujetos populares, etc., que se desarrollará la historia cultural y de las ideas. En particular, será la  corriente historiográfica de transfert culturel, desarrollada durante la década del 80’ en Europa, la que recoja del método comparativo el interés por poner en  relación dos sociedades o países, que por lo general son fronterizos y donde se producen transferencia de objetos simbólicos o materiales de una sociedad a otra. La noción de transferencia actúa como un concepto operativo clave que permite dar cuenta de aquello que se moviliza: libros, ideas, viajes, transporte, individuos, etc.) y cómo es recepcionado lo que se moviliza de una manera activa por la sociedad local. La Nación sigue siendo una categoría conceptual fundamental del trabajo histórico, pero donde no se puede pensar lo nacional como un elemento aislado o por oposición a lo extranjero. Es decir lo que revela el concepto de transferencia es que la Nación es permeable y no opera en la historia como una esencia inmutable.
          A partir de los años 90’ y producto del término de los meta-relatos históricos, el proceso de globalización, las comunidades en red, los procesos de comunicación en la aldea global (Manuel Castells), también supuso una toma de distancia con la historia nacional tal y como se la conocía. Este contexto explica la emergencia de una nueva corriente historiográfica que se sitúa en el marco de lo que podríamos llamar las historias relaciones, y que incluye lo que se conoce como historias conectadas, historias cruzadas e historia de las circulaciones. Lo que tienen en común estos enfoques es:
a) Primero, en la unidad de análisis que eligen: ya no es la nación, ni siquiera un grupo de naciones (que podría hacer referencia a la idea de historia universal), sino un área o ámbito de relaciones. Este ámbito de relaciones puede ser en el caso de Serge Gruzinski una monarquía europea, como la católica del siglo XVI que conformó un gran imperio; puede ser, como en el caso de Denys Lombard una red de comercio del sudeste asiático, anterior a la penetración europea del siglo XV; o en el caso de Sanjay Subrahmayan, las corrientes milenaristas que se desarrollan en Euro Asia y que actúan como catalizadores, tanto en la conformación de los estados otomanos como en el descubrimiento y conquista del continente americano; o como en el caso de Daniel Rodgers, puede ser un área nor-atlántica de implementación de políticas sociales; o como en el caso de Yves Cohen, puede ser un área de circulación empresarial entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, en torno a la industria Ford en los años de 1920.  

b) En segundo lugar, otro punto en común que tienen estos enfoques, además de la unidad de análisis, es el intento por pensar una historia descentrada de Europa antes de la globalización. Una historia que busca superar unidades de análisis limitadas u homogéneas (como la nación) obliga a pensar sobre la pertinencia, por ejemplo, del binomio centro-periferia o sobre la pertinencia de oponer lo nacional a lo regional. Porque si pensamos en unidades espaciales más globales, no sólo lo nacional pierde sentido, sino también la idea  común de asociar lo regional al espacio local de la Nación. Dos ejemplos para ver cómo lo regional se reconfigura en función de las unidades espaciales mayores que utilicemos…

2. Las posibilidades para la historia regional

En los últimos años,  sobre todo a propósito del bicentenario, queda la sensación que como nunca hay un mayor interés por conocer, por leer o por estudiar historia, pero también existe la impresión que lo que se investigó, lo que se publicó o enseñó no era una historia que convocara a todos. Es en este panorama breve que he reseñado, por un lado de repliegue de la historia nacional, a partir de una serie de enfoques historiográficos críticos, y, por otro, de las dificultades crecientes que presenta la historia nacional de convocar a los ciudadanos en torno a ciertas categorías aglutinadoras, es que la historia regional tiene una posibilidad de posicionarse.
         Sin embargo, esto no debiera hacer olvidar que hay algunas deficiencias o problemas de inserción institucional que es necesario enfrentar para seguir promoviendo el desarrollo de los estudios regionales:        

a) El ámbito de la investigación:

Marc Bloch reconocía que para la promoción del método comparativo el historiador debía cambiar la manera de trabajar, promoviendo la tarea en equipo, alianzas universitarias, organización de préstamos internacionales de bibliotecas y una nueva forma de organizar los archivos nacionales, por ejemplo, con libertad de acceso a los historiadores extranjeros, además de otras cualidades particulares del historiador. Al parecer, muchas de estas sugerencias debieran ser oídas por los historiadores que se dedican a la historia regional.
        Si bien las instancias académicas de difusión de la historia regional se han consolidado, a través de los congresos de la especialidad (en particular el Congreso de Historia Regional, que va en el NºXVII), muchos de estos encuentros no tienen el impacto hacia el exterior, ni durante los días en que se realiza, ni por la acción de divulgación de los propios historiadores asistentes. Además, sus convocatorias son cada vez más restrictivas. Además, se ha perdido la especificad de los congresos de historia regional, en donde investigadores deambulan presentando los mismos trabajos en los Congresos de Historia regional como en los nacionales.
         Otras instancias de difusión, como las revistas de historia regional, no han tenido un mismo desarrollo que la apertura de las carreras de Historia y Geografía. No cuentan con el apoyo y sostén sistemático de las universidades. Muchas de ellas se enfrentan a la disyuntiva de promover la historia de crónicas locales o de insertar temáticas no propias de la región e incluso de otras disciplinas, por la falta de colaboradores que estén disponibles a publicar sus investigaciones en revistas que no tienen difusión o que no tienen una regularidad en sus salidas.   
        Siguiendo los consejos de Marc Bloch se debiera avanzar en alianzas universitarias, en la realización de encuentros periódicos, en la publicación de revistas en conjunto entre varias carreras de Historia y Geografía, bajando con ello los costos de publicar, etc.  
        No es menor el problema de hacer historia regional con el centralismo con el que son administrados los archivos. El poco desarrollo de los archivos regionales obliga a muchos historiadores, si tienen suerte de contar con recursos, a viajar a Santiago para investigar algunos días. Eso explica la falta de continuidad de muchos estudios regionales y el que se hagan con las fuentes que se tienen a disposición. Esto no ayuda a perspectivas integradoras, de síntesis y de propuestas acabadas que permitan discutir sobre los avances de una investigación. Así, estudios preliminares o en proceso de finalización es la tónica en las direcciones de investigación de las universidades regionales. 

b) El ámbito académico y universitario

Como nunca en los últimos años, se han consolidado las carreras de Historia y Geografía en distintas universidades, tanto en el norte como en el sur del país. Además, algunas han incorporado en sus programas de formación la historia regional, ya sea como cátedra, electivo o como seminario de finalización.
         No conozco esos programas ni a sus profesores, y por lo tanto no los voy a juzgar a priori, pero estos cursos de historia regional debieran cumplir al menos tres requisitos. Primero, que ofrezcan posibilidades teóricas, metodológicas y prácticas de inducir al conocimiento de la historia regional y al quehacer historiográfico de la historia regional. Segundo, que esos cursos no sean una moda o desarticulados del plan de estudios, sino que se incorporen en un programa de formación integral del alumno. Y, por último, que no sean solo un slogan, o una marca, para posicionar la universidad al medio local. Hay muchas universidades regionales que tienen como slogan la palabra regional, eso es importante pero insuficiente si estos programas no van asociados con la discusión sobre perfiles de ingreso, prácticas profesionales o con el seguimiento a la inserción profesional de los alumnos.

c) El marco curricular y de la enseñanza escolar de la historia regional.

Pese a las importantes reformas al currículo en los últimos 20 años no ha habido un avance en lo que respecta a la promoción o posicionamiento de la historia regional.
         En el Marco Curricular existente hasta hace poco se expone con insistencia que la enseñanza de la Historia y las Ciencias Sociales no se constituya en un saber lejano desvinculado del mundo de los estudiantes, orientado a “desarrollar una actitud de respeto a la diversidad histórico-cultural de la humanidad y valorar la propia identidad”, evitando, además, una historia sesgada, a través de la actualización permanente de los contenidos y fomentando el uso de las evidencias (Marco Curricular. Ministerio de Educación Decreto 220/1998, p.97). Si bien pueden ser valorados tales objetivos a lograr por la disciplina histórica, sorprende la falta de referencia al rol que debiera jugar la historia regional en el cumplimiento de esos objetivos. Tal vacío se manifiesta también en los Objetivos Fundamentales Transversales, donde se expone de forma clara la búsqueda en los alumnos del “desarrollo de un sentido de identidad personal […]”, con lo cual se parcela –a nuestro entender– la Identidad en planos psicológicos y del conocimiento, y no ‘transversalizados’ por el reconocimiento y valoración de su propia historia regional. Además se señala que los alumnos debieran desarrollar una “actitud reflexiva y crítica” para que puedan comprender y reforzar la “Identidad nacional y la integración social”, aunque en ningún momento se hace referencia a lo imprescindible que resulta la incorporación de la historia regional en el reforzamiento de dicha “identidad nacional”. Por último, en el ámbito del desarrollo del pensamiento, se espera que los alumnos alcancen la habilidad de resolver problemas, enfrentando con una disposición crítica diversas situaciones, tanto del ámbito familiar, escolar y laboral (Marco Curricular. Ministerio de Educación, Decreto 220/1998, p.21), pero no se señala nada respecto al hecho que esas habilidades deben permitirle resolver problemas cuya génesis se encuentra –aunque no de forma excluyente– en la propia historia regional.
         Es de esperar que los nuevos cambios programáticos que están en curso ayuden a posicionar la enseñanza de la historia regional en la educación básica y media.
         Al menos las directrices del Ministerio de Educación para la realización de textos escolares para el año 2012, ofrecen nuevas perspectivas. Al referirse a los contenidos del texto escolar de Tercer Año Medio se señala concretamente: “Los contenidos de tercer año medio son especialmente indicados para promover el rescate de la historia local y regional, por lo que el Texto deberá proveer instancias que fomenten y orienten la reconstrucción de la historia local o regional, de manera de generar en los estudiantes aprendizajes contextualizados y significativos, apoyando a la vez el sentido de identidad y pertenencia” (Requerimientos técnico-pedagógicos para los textos escolares de Historia, Geografía y Ciencias Sociales – Tercer Año Medio).
          Si se analizan las estadísticas del Ministerio de Educación sobre la penetración de los textos escolares en el sistema escolar, las cifras señalan que para el 2010, la suma total de textos escolares repartidos por el ministerio alcanzan los 15 millones de textos, por un valor de 19 mil millones de pesos (textosescolares.cl.estadísticas). Solo tres editoriales dominan el mercado con casi un 80%. Si bien esto puede ayudar a las economías de escala, así como la baja en los costos y mejoras técnicas evidentes en la producción de textos, no deja de ser preocupante esta concentración del mercado. La concentración -como señalan los economistas- no es mala en sí, sino en función de sus efectos. En el caso de los textos escolares de historia y geografía se ha tendido a la standarización de los contenidos, encontrándonos con textos cada vez más uniformes. Esto no sería problema si se tratara de asignaturas como lenguaje, matemáticas o biología. Pero para el caso de Historia y Geografía textos diversos, con miradas divergentes o con unidades especiales sobre historia regional, podrían hacer la diferencia entre una historia enseñada y una historia comprendida. 

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