viernes, 26 de junio de 2020


COLUMNA DE OPINIÓN, LA TERCERA, 25 DE JUNIO 2020

Uno de los aspectos que ha develado la crisis sanitaria provocada por el coronavirus es lo que los expertos llaman determinantes sociales de la salud. Es decir, el reconocimiento de que la condición sanitaria de un paciente o de una población determinada no solo depende de los aspectos epidemiológicos propios de la enfermedad, sino también del nivel socioeconómico. 

Bar Lácteo, 1939


viernes, 12 de junio de 2020


Lo que el viento se llevó y el problema del racismo

Juan Carlos Yáñez Andrade

Hace unos días el guionista de la aclamada 12 años de esclavitud, cuestionó la difusión en la plataforma online del canal HBO de la película de 1939 Lo que el viento se llevó, argumentando que idealizaba la esclavitud del sur de los Estados Unidos. La cadena bajó de su catálogo la película y se subió a la ola de denuncias –legítimas, por cierto– sobre el racismo en los Estados Unidos a propósito de la muerte de George Floyd a manos de un policía blanco.

Sin entrar a debatir sobre los alcances de la esclavitud en la historia de los Estados Unidos, es efectivo que la película y más precisamente la novela de la cual fue adaptada –cuya autora es Margaret Mitchell–, se enmarca en una corriente artística conocida como romanticismo sureño, que muestra idílicas postales de las plantaciones de algodón y de las relaciones entre blancos y negros. Tal como lo señala Isaiah Berlin, el Romanticismo, como corriente artística e intelectual, idealiza el mundo buscando construir una síntesis superior de él, no porque desconozca sus miserias, sino porque intenta trascenderlo. El Romanticismo nos ha legado, además, la noción -hoy aceptada- de la libertad en la creación artística y la necesaria comprensión de la obra en el contexto de su tiempo. La película Lo que el viento se llevó es compleja, y no puede reducirse al simple argumento que idealiza la esclavitud. Muy por el contrario, el genio de Mitchell nos muestra un mundo con matices, que se derrumba, por cierto, mientras ve nacer uno nuevo. Quien haya visto la película o leído la novela puede comprender la caída de la nobleza terrateniente en la imagen ambivalente de Ashley Wikes, quien por convenciones sociales no puede aceptar el amor de Scarlett. Se sorprende ante el aventurero Rhett Butler, un norteño y especulador que termina luchando por la causa perdida del sur. La propia Scarlett, que junto con amar la tierra -su Tara- se muestra emprendedora y con valores del mundo moderno.

El impedir la exhibición de la película, en el marco de la ola de destrucción de estatuas, edificios, libros y otros artefactos culturales asociados a la esclavitud, no solo pretende borrar y reescribir la historia, sino que es un intento deliberado por impedir que las nuevas generaciones accedan a esas creaciones artísticas. Los esfuerzos, por el contrario, debieran ir en la necesaria comprensión de nuestro pasado, no para aceptarlo acríticamente, sino para entender lo complejo que resulta el mundo y que un mejor entendimiento de él nos puede hacer más virtuosos y, en definitiva, un poco más felices, aunque ese proyecto de la Ilustración les resulte vano a algunos.