miércoles, 1 de abril de 2015

Reseña Libro

Movimiento sindical en dictadura. Fuentes para una historia del sindicalimo en Chile. 1973-1990.
Rodrigo Araya

Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2015.

         El movimiento obrero en Chile hunde sus raíces a comienzos del siglo XX. Configurado a partir de distintas vertientes sociales, organizativas e ideológicas, logró importantes avances a partir de la creación de la Federación Obrera de Chile (1909), la Federación Obrera Regional del Chile (1913) y la I.W.W. (1919). Las leyes sociales de 1924 fueron relevantes al legalizar los sindicatos de tipo industrial y profesional. El Código Laboral de 1931 reguló aspectos centrales de la huelga obrera y el 
funcionamiento de los sindicatos. En la década de 1930 y, en especial, con el arribo del Frente Popular, se produjo un proceso de consolidación de sus modalidades de organización y de relación con el Estado, lo que está marcado por la creación de la Confederación de Trabajadores de Chile (1936) y de la Central Única de Trabajadores (1953). Los años de 1940, 1950 y 1960 pueden caracterizarse por la aplicación de las normas del Código Laboral que había reglamentado el derecho a huelga, los convenios colectivos y la sindicalización obligatoria, reafirmando, de paso, los principios largamente discutidos durante los primeros años del siglo XX, en torno a la jornada de 8 horas y 48 horas semanales, el ingreso mínimo, las restricciones al trabajo infantil y de mujeres, entre otros aspectos. En 1967 se produjo un avance importante en el desarrollo de la sindicalización en Chile, al promulgarse la ley 16.625, sobre régimen sindical en la agricultura, y que reconoció el derecho de los trabajadores y empleados agrícolas a constituir sindicatos, así como el derecho a huelga. De esta forma, nuestro país podía mostrar hacia 1973 un sindicalismo fortalecido por distintas medidas legislativas, luchas históricas y un importante sentido de identidad. 
      El modelo de organización sindical característico hasta 1973 ha sido definido por algunos autores de proteccionista, “dada la existencia de trabas para despedir trabajadores; elevadas indemnizaciones; tarifados por rama para ciertas ocupaciones; restricciones de oferta a través de las existencia de carnés para desempeñar determinados trabajos, y privilegios especiales para ciertos gremios”.[1]
          En términos historiográficos, esta evolución del movimiento obrero comenzó a ser  estudiada desde los años 1950 por los principales representantes de la historiografía marxista, cuyo aporte fue romper con el paradigma dominante de la escuela histórica positivista y conservadora, la cual se centraba en los estudios sobre la organización política, descuidando los factores económicos y sociales como explicación de los procesos históricos. Además, su visión marxista supuso poner énfasis en la condición de los sectores populares, dejando de prestar interés a los sectores de la elite como único actor de la historia. Los estudios sobre el surgimiento del proletariado y sus organizaciones socio-políticas, las huelgas y enfrentamientos violentos, las condiciones económico-sociales y, en plano de las relaciones internacionales, el imperialismo y el rol predominante del capital norteamericano, fueron la consecuencia natural de este cambio de paradigma[2]. Sin embargo, estos estudios descuidaron aspectos tan importantes como los debates en torno a la cuestión social, los avances en materia de legislación del trabajo, modalidades de regulación de la protesta obrera y qué decir de la acción del Estado en pro del mejoramiento de la condición social del pueblo. En materia sindical, se tendió a estudiar su desarrollo en vinculación con los avances de los partidos de izquierda, primero el comunista, creado en 1922, y luego el socialista, creado en 1933[3]. Esto trajo como resultado, por una parte, el valorar –quizás en exceso– el aporte de los sindicatos en el proceso de democratización del país[4], descuidando el hecho de que no pocas de sus acciones respondieron a intereses más bien corporativos, que ayudaron a minar los fundamentos democráticos. Por otra parte, al relacionar en demasía determinadas organizaciones sindicales con los partidos de izquierda, mucho de sus retrocesos y avances se vincularon con las crisis y rearticulaciones operadas en el sistema político, desconociendo el grado de autonomía relativa que los sindicatos tienen con respecto a los partidos o, lo que es peor, minimizando la importancia de otras organizaciones gremiales que no se insertan en un cuadro político clásico.[5]
         Lo anterior condujo a otro problema instalado por la historiografía marxista: la fuerte inclinación obrerista que se le dio a la organización sindical. Si bien la legislación chilena, desde 1924, había definido a los sindicatos como organizaciones de defensa de intereses tanto en la rama industrial como profesional, se tendió a estudiar, con cierto sesgo ideológico, preferentemente a las organizaciones obreras. Como resultado de lo anterior, no se mostró el mismo interés por investigar las organizaciones de empleados fiscales, particulares y municipales, por nombrar algunas[6], y cuando se las estudió se hizo con el prejuicio característico de señalarlas como asociaciones que respondían a sus propios intereses de clase y que minaban la unidad de lucha[7]. Lo mismo se puede argumentar sobre la acción del catolicismo en la promoción de las organizaciones sindicales. Como excepción podemos nombrar los estudios sobre el padre Alberto Hurtado y su labor en pro de la libertad sindical y aquellos sobre Clotario Blest, en cuanto a su vertiente cristiana, así como de sindicalización de los empleados públicos y de unificación del movimiento obrero[8].
         La experiencia de la Unidad Popular ha obligado a replantear muchos de los supuestos con los que operó la historiografía marxista clásica en relación con el movimiento obrero. En primer lugar, no pocos historiadores operaron con el esencialismo de suponer una predisposición revolucionaria en los trabajadores chilenos. Toda experiencia en contrario, era calificada como fría maquinación de intereses foráneos (de clase o del imperialismo). En segundo lugar, se pensaba que un contexto de profundización democrática forzaría a los trabajadores a optar por las posturas más izquierdistas, en el entendido de que las restricciones operadas en el sistema político, al menos hasta los años 1960, habían distorsionado la representación de esos sectores. Por último, que la conquista del aparato del Estado fortalecería la unidad sindical y, con ello, el proyecto revolucionario de transformación social. Sin querer profundizar en estos aspectos, el golpe militar de 1973 supuso una profunda represión al movimiento político-popular de izquierda, lo que limitó al extremo el desarrollo de un pensamiento crítico y truncó, de paso, los aportes de la historiografía marxista. Esto produjo que los pocos estudios sobre el sindicalismo chileno, durante los años 1970 y 1980, fueran realizados por sociólogos y cientistas políticos[9]. La decepción provocada y, en muchos casos, el profundo impacto causado por la derrota del proyecto socialista-democrático, junto a la experiencia del exilio y la acción represora de un Estado autoritario y dictatorial, no hicieron más que profundizar la distancia con la mirada positiva o de autocomplacencia que se tenía de la institucionalidad democrática del siglo XX y de todos los avances del Estado de compromiso[10]. Algunos representantes de la Nueva Historia Social han expresado un fuerte prejuicio con respecto a la política, al menos en su definición clásica, lo que incluye el sistema de partidos, las definiciones electorales y la búsqueda o mantención del poder, proponiendo una historia social desprovista de lo político[11]. La cuestión del poder ha sido desplazada hacia el problema de la soberanía y autonomía del sujeto popular. Estas serían las condiciones explicativas de por qué no hubo historia sindical y laboral durante más de tres décadas (años 1970 y fines de los años 1990).
       
          Solo en los últimos años, de la mano de historiadores jóvenes, se observa un interés renovado en la reconstrucción de la historia sindical durante la dictadura militar. Estas perspectivas buscan ofrecer nuevas entradas a la comprensión de la dictadura militar (1973-1989) precisando el papel jugado por las organizaciones de trabajadores y otros movimiento sociales (de pobladores y juveniles) en el retorno a la democracia (la mirada proyectiva) y  el impacto que produjeron las reformas neoliberales (Plan Laboral de por medio)  en la destrucción del entramado sindical chileno y la formación de un nuevo sindicalismo postdictadura  (la mirada retroactiva)[12].
           Sin embargo, muchos de los enfoques que subyacen en estos estudios pioneros siguen reduciéndose a estudios que se centran al interior de las fronteras nacionales. En tiempos de globalización, y con nuevos enfoques en lo que dice relación con la historia transnacional, de las circulaciones y comparada, existen posibilidades de avanzar en integrar procesos, actores e instituciones internacionales en el estudio del sindicalismo en nuestro país. Los aportes de las historiografías obreras latinoamericanas, desarrolladas entre los años 1940 y 1990, fueron sustanciales en establecer las etapas cronológicas de su evolución, precisar la influencia de corrientes ideológicas extranjeras, identificar desencuentros entre las organizaciones obreras y la clase política o seguir su maduración  organizativa[13]. Sin embargo quedaron reducidas a ser un recuento de procesos nacionales, poco vinculados con el contexto internacional y menos aún con la formación de dinámicas regionales: circulación de ideas y líderes sindicales; formación de una experticia técnica que movilizó ideas en pro del mejoramiento social y económico. En concreto, las historias obreras fueron una prolongación de las historias nacionales[14].

         En la actualidad existen diversos investigadores que señalan la necesidad de estudiar lo social, el trabajo y la clase obrera desde perspectivas transnacionales, lo que debe considerar los vínculos existentes entre la consolidación de un pensamiento social nacional, la formación de una institucionalidad internacional y la cooperación técnica[15].
         La Dictadura Militar y su impacto internacional, se presta muy bien para la promoción de enfoques transnacionales, y superar las miradas locales que se han hecho sobre el conflicto socio-laboral. Perspectivas comparadas con la realidad argentina; las plataformas de ayuda y de solidaridad internacional ofrecidas por los trabajadores y dirigentes sindicales exiliados; la acción de organismo internacionales como la OIT en defensa de los derechos laborales durante el periodo; y la acción de organizaciones sindicales de alcance mundial y su impacto en el plano nacional, ayudarían a avanzar más rápidamente en el conocimiento de la historia sindical reciente.

         Es en este contexto que se enmarca el estudio de Rodrigo Araya editado este año por la Universidad Alberto Hurtado. Se trata de la presentación de fuentes sindicales muy variadas, como el Comité Exterior de la CUT, el apoyo de las organizaciones sindicales internacionales (FSM, CIOSL) a los trabajadores chilenos, algunas artículos de la revista Chile Sindical, declaración de principios de la Unión Democrática de Trabajadores, discurso de Manuel Bustos en la Conferencia del movimiento sindical libre por los DDHH y Sindicales en Chile, realizada en Madrid en 1983, documentos sobre el Comando Nacional de Trabajadores,  la VI Asamblea Nacional de la Coordinadora Nacional Sindical, de 1984 y una serie de pliegos de trabajadores, entre otros. Aunque se echa de menos una presentación que articule de mejor forma el conjunto de artículos, por su variedad y complejidad de instituciones y personajes que aparecen, busca llenar un vacío en los alcances más globales de la reconstitución del movimiento sindical bajo dictadura.

        
          Por último, un estudio sobre las fuentes sindicales en Dictadura, nos obliga a pensar en cómo se ha hecho la historia del movimiento obrero en Chile. Las fuentes principales que se han utilizado han sido los periódicos. Esto responde a dos razones. Primero, los trabajadores mostraron un temprano éxito organizativo, medido por la capacidad que tuvieron en iniciar la publicación de un periódico que difundiera sus ideas y objetivos, y que además ayudara a fortalecer la unidad sindical. Esto hizo que la prensa obrera fuese variada y en no pocos casos de alcance nacional. Existe una muy buena clasificación de dicha prensa, la que además ha sido objeto de estudios pormenorizados[16]. Segundo, la ausencia de fuentes de archivo de las organizaciones más características de los trabajadores se puede explicar por la falta de celo en resguardar la documentación generada. Dificultades en dar forma a una cultura de la memoria y una política de resguardo patrimonial de las acciones y eventos realizados por los trabajadores organizados puede explicar lo anterior. La represión llevada a cabo por las autoridades públicas y policiales, que destruyeron no pocos locales, y la confusión que en algunos casos tuvieron las acciones sindicales con las partidarias, generó desconfianzas en organizar archivos que pudiesen contener información clasificada y posible de ser revisada con una lógica revisionista.
         Por las razones que sean, este exceso en el uso de la prensa obrera en la reconstitución del movimiento sindical ha traído como consecuencia positiva el obligar a hacer un rastreo sistemático de dicha prensa, aún a costa de sacrificar la mirada integral y de larga duración.       Por el contrario, en algunos estudios no siempre aparece clara la evolución que presenta un periódico a través de sus años –en el caso de que haya superado los primeros meses o números de circulación– o las distintas posiciones políticas y sindicales que lo dividen. Esto mismo ha hecho que si bien la revisión de la prensa obrera sea pormenorizada, su uso sea contingente para apoyar tal idea u opinión. No sé si tales razones expliquen la falta de investigaciones que aborden de manera sistemática la historia de un sindicato u organización obrera, pero aparece evidente que no necesariamente la revisión detallada de la prensa ha traído como consecuencia el mayor conocimiento de un sindicato o rama industrial.  
        Hoy día las posibilidades que ofrecen fuentes de archivo de organismos internacionales para estudiar la historia sindical y obrera se multiplican. Los medios y recursos que ofrece la web permiten el acceso inmediato a documentos que años atrás hubiese sido difícil de conocer, aunque obliga a nuevos ejercicios de crítica de fuentes, en el entendido que su propia difusión supone estrategias organizativas y selectivas no exentas de intereses particulares.







[1] Ricardo Ffrench-Davis y Bárbara Stallings, Reformas, crecimiento y políticas sociales en Chile desde 1973, Santiago, Lom Ediciones, 2001. 
[2] Para un estudio crítico, ver Sergio Grez, “Movimiento popular urbano en Chile entre el cambio de siglo y la época del Centenario (1890-1912). Avances, vacíos y perspectivas historiográficas”, Contribuciones científicas y tecnológicas, N°109, agosto, 1995, pp. 37-45; Jorge Rojas Flores, “Los trabajadores en la historiografía chilena: balance y proyecciones”, Revista de Economía & Trabajo, N°10, 2000, pp. 47-117.
[3] Hernán Ramírez, Origen y formación del Partido Comunista de Chile, Santiago, Austral, 1965; Julio Cesar Jobet, El partido socialista de Chile, Santiago, Prensa Latinoamericana, 1971; Paul Drake, Socialismo y populismo en Chile, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1992.
[4] Crisóstomo Pizarro en una obra de 1985 señala: “En suma, el movimiento sindical y su acción huelguística deben ser considerados como uno de los agentes estratégicos de los cambios democráticos del presente siglo”, en La huelga obrera en Chile, Santiago, Ediciones Sur, 1986, p. 213. En tanto Rolando Álvarez, escribe: “Durante el siglo XX, el movimiento sindical chileno tuvo un importante papel en el proceso de profundización de la democracia, la obtención de derechos sociales y mejorías económicas para los asalariados del país”, en “El plan laboral y la negociación colectiva ¿Origen de un nuevo sindicalismo en Chile? 1979-1985”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana, “Dr. Emilio Ravignani”, N°35-36, segundo semestre 2011/primer semestre 2012, pp. 92.
[5] Alan Angell, Partidos políticos y movimiento obrero en Chile, México, Ediciones Era, 1974.
[6] Al respecto ver Azun Candina, Clase media, Estado y sacrificio: La Agrupación Nacional de Empleados Fiscales en Chile contemporáneo (1943-1983), Santiago, Lom Ediciones, 2013.
[7] Crisóstomo Pizarro, op. cit.; Jorge Barría, Historia de la CUT, Santiago, Editorial Prensa Latinoamericana, 1971.
[8] William Thayer Arteaga, El Padre Hurtado y su lucha por la libertad sindical, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1999; Maximiliano Salinas, Clotario Blest, Santiago, Arzobispado de Santiago, Vicaría Pastoral Obrera, 1980; Gilda Orellana, “Clotario Blest en la CUT: por una nueva cultura sindical y política (1953-1961)”, Tiempo Histórico, N°7, 2013, pp. 29-64.
[9] Guillermo Campero y José Valenzuela, El movimiento sindical chileno en el capitalismo autoritario: 1973-1981, Santiago, ILET, 1981;  Manuel Barrera, La demanda democrática de los trabajadores chilenos, Santiago, CED, 1984; Manuel Barrera et al., Sindicatos y estado en el Chile actual, Santiago, CES, 1985; Jaime Ruiz Tagle, “El movimiento sindical chileno y la crisis del capitalismo autoritario”, en Varios autores, Los movimientos sociales y la lucha democrática en Chile, Santiago, CLACSO-ILET, 1985; J. Samuel Valenzuela, “El movimiento obrero bajo el régimen militar”, en Francisco Zapata, Clases sociales y acción obrera en Chile, México, El Colegio de México, 1986; Patricio Frías, El movimiento sindical chileno en la lucha por la democracia, Santiago, PET, 1989.
[10] Gabriel Salazar y Julio Pinto haciendo referencia al Estado del siglo XX señalan: “Echando mano de la ingeniería de gobernabilidad: universalizando el derecho al voto individual, pero anulando toda participación ciudadana, individual o colectiva en la toma de decisiones públicas. La “comunidad cívica” fue pulverizada por la individuación electoral y la reducción del ciudadano a la doble condición pasiva de peticionario y beneficiario de las políticas públicas”, Historia contemporánea de Chile I, Santiago, Lom Ediciones, 1999, p. 94. 
[11] El año 2005 el historiador Sergio Grez criticó a algunos representantes de la Nueva Historia Social por la ausencia de contenido político en sus investigaciones, “Escribir la historia de los sectores populares: ¿con o sin política incluida? A propósito de dos miradas a la historia social (Chile, siglo XIX)”, Política, vol. 44, Santiago, 2005.
[12] Rolando Álvarez, “¿Represión o integración? La política sindical del régimen militar. 1973-1980, Historia, N°43, vol. II, julio-diciembre, 2010, pp. 325-255; Rodrigo Araya, “Cambios y continuidades en el movimiento sindical chileno en los años 80. El caso del Comando Nacional de Trabajadores”, Historia, N°47, vol. 1, enero-junio 2014, pp. 11-37. También se puede ver P. Winn, Victims of the chilean miracle: workers and neoliberalism in the Pinochet era, 1973-2002, Durham, Duke University Press, 2004, y Paul Drake, Labor Movements and Dictatorships: The Southern Cone in Comparative Perspective, Johns Hopkins University Press, 1996.
[13] Para un balance crítico acerca de la historiografía sobre el movimiento obrero latinoamericano, ver Patricio Herrera, "La CTAL en la historiografía obrera. 1938-1963", Cuadernos de Historia, N°36, 2012.
[14] Enfoques que parecen proyectarse a estudios recientes, como el de Francisco Zapata, El sindicalismo latinoamericano. Historia mínima, México, El colegio México, 2013. Una perspectiva que busca superar estas miradas tradicionales sobre la evolución del movimiento sindical latinoamericano es aquel de Patricio Herrera sobre la CTAL,  En favor de una patria de los trabajadores”. La Confederación de Trabajadores de América Latina y su lucha por la emancipación del continente, 1938-1953, Tesis de Doctor en Historia, Centro de Estudios Históricos, El Colegio de Michoacán, Zamora, México, 2013, (inédita).

[15] Marcel Van der Linden, Historia transnacional del trabajo, Valencia, Centro Francisco Tomás y Valiente UNED Alzira-Valencia, 2006; Jan Lucassen, (Ed.), Global Labour History: A State of the Art, Bern, Peter Lang AG, International Academic Publishers, 2006; Kenneth Bertrams y Sandrine Kott, “Actions sociales transnationales”, Genèses, 2008:2, N°71, pp. 2-3; Sandrine Kott, “Les organisations internationales, terrains d'étude de la globalisation. Jalons pour une approche socio-historique”, Critique internationale, N°52, 2011, pp. 9-16; Jasmien Van Daele et al. (Eds.), ILO Histories: Essays on the International Labour Organization and Its Impact on the World During the Twentieth Century, Bern, Peter Lang AG, International Academic Publishers, 2010; Isabelle Lespinet-Moret y Vincent Viet (coords.), L’Organisation internationale du travail, Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2011.
[16] Osvaldo Arias, La prensa obrera en Chile.