LA LEY DE LA SILLA (1914)
100 años de derechos y de estupideces.

En
Chile, luego de años de demanda se promulgó el 7 de diciembre de 1914 la llamada LEY DE LA SILLA que establecía que en todo negocio, tienda o almacén se debía
mantener el número suficientes de sillas a disposición de los empleados o
dependientes. Algunos sectores la criticaron porque tendía a favorecer más a
las mujeres que a los hombres, pese a que no discriminaba en favor de las
primeras como la ley española de 1912.
Para otros acarrearía un gasto innecesario para los negocios al
desnaturalizar muchas de las tareas de los empleados o dependientes. Pero
la ley además fue importante porque reglamentó los descansos, dando derecho a los
empleados de las tiendas a una hora y media por día para almorzar, considerado
suficiente para que se desplazaran a sus hogares y retornaran al trabajo en el
horario de la tarde.
La
retórica conservadora ha desnaturalizado el sentido de esta ley, asociándola al
conjunto de condiciones laborales que no debieran ser reglamentados y
que, en consecuencia, no debiera dar origen a ningún derecho social. Asociada a
demandas superfluas que promueven el poco compromiso en el trabajo, la ley de
la silla ha pasado a formar parte del anecdotario de las leyes sociales en
Chile, un tanto desconocida, poco defendida y mirada con cierto desdén si se desea
fiscalizar su aplicación.

Se
nos dirá que es solo una campaña y que la silla juega el papel de “representación” o imagen simbólica del sendentarismo. Pero
justamente, como es en los símbolos y representaciones donde algunos buscan
ganar sus batallas, es bueno recordar que hace 100 años muchos vieron en la silla un
avance en el proceso civilizatorio de cómo tratábamos a empleados y
trabajadores.