Reseña Libro
Movimiento sindical en dictadura. Fuentes para una historia del sindicalimo en Chile. 1973-1990.
Movimiento sindical en dictadura. Fuentes para una historia del sindicalimo en Chile. 1973-1990.
Rodrigo Araya
Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2015.
El
movimiento obrero en Chile hunde sus raíces a comienzos del siglo XX.
Configurado a partir de distintas vertientes sociales, organizativas e
ideológicas, logró importantes avances a partir de la creación de la Federación
Obrera de Chile (1909), la Federación Obrera Regional del Chile (1913) y la
I.W.W. (1919). Las leyes sociales de 1924 fueron relevantes al legalizar los
sindicatos de tipo industrial y profesional. El Código Laboral de 1931 reguló aspectos
centrales de la huelga obrera y el
funcionamiento de los sindicatos. En la década de 1930 y, en especial, con el arribo del Frente Popular, se produjo un proceso de consolidación de sus modalidades de organización y de relación con el Estado, lo que está marcado por la creación de la Confederación de Trabajadores de Chile (1936) y de la Central Única de Trabajadores (1953). Los años de 1940, 1950 y 1960 pueden caracterizarse por la aplicación de las normas del Código Laboral que había reglamentado el derecho a huelga, los convenios colectivos y la sindicalización obligatoria, reafirmando, de paso, los principios largamente discutidos durante los primeros años del siglo XX, en torno a la jornada de 8 horas y 48 horas semanales, el ingreso mínimo, las restricciones al trabajo infantil y de mujeres, entre otros aspectos. En 1967 se produjo un avance importante en el desarrollo de la sindicalización en Chile, al promulgarse la ley 16.625, sobre régimen sindical en la agricultura, y que reconoció el derecho de los trabajadores y empleados agrícolas a constituir sindicatos, así como el derecho a huelga. De esta forma, nuestro país podía mostrar hacia 1973 un sindicalismo fortalecido por distintas medidas legislativas, luchas históricas y un importante sentido de identidad.
funcionamiento de los sindicatos. En la década de 1930 y, en especial, con el arribo del Frente Popular, se produjo un proceso de consolidación de sus modalidades de organización y de relación con el Estado, lo que está marcado por la creación de la Confederación de Trabajadores de Chile (1936) y de la Central Única de Trabajadores (1953). Los años de 1940, 1950 y 1960 pueden caracterizarse por la aplicación de las normas del Código Laboral que había reglamentado el derecho a huelga, los convenios colectivos y la sindicalización obligatoria, reafirmando, de paso, los principios largamente discutidos durante los primeros años del siglo XX, en torno a la jornada de 8 horas y 48 horas semanales, el ingreso mínimo, las restricciones al trabajo infantil y de mujeres, entre otros aspectos. En 1967 se produjo un avance importante en el desarrollo de la sindicalización en Chile, al promulgarse la ley 16.625, sobre régimen sindical en la agricultura, y que reconoció el derecho de los trabajadores y empleados agrícolas a constituir sindicatos, así como el derecho a huelga. De esta forma, nuestro país podía mostrar hacia 1973 un sindicalismo fortalecido por distintas medidas legislativas, luchas históricas y un importante sentido de identidad.
El modelo de organización sindical
característico hasta 1973 ha sido definido por algunos autores de
proteccionista, “dada la existencia de trabas para despedir trabajadores;
elevadas indemnizaciones; tarifados por rama para ciertas ocupaciones;
restricciones de oferta a través de las existencia de carnés para desempeñar
determinados trabajos, y privilegios especiales para ciertos gremios”.[1]
En
términos historiográficos, esta evolución del movimiento obrero comenzó a ser estudiada desde los años 1950 por los principales
representantes de la historiografía marxista, cuyo aporte fue romper con el
paradigma dominante de la escuela histórica positivista y conservadora, la cual
se centraba en los estudios
sobre la organización política, descuidando los factores económicos y sociales
como explicación de los procesos históricos. Además, su visión marxista supuso
poner énfasis en la condición de los sectores populares, dejando de prestar
interés a los sectores de la elite como único actor de la historia. Los
estudios sobre el surgimiento del proletariado y sus organizaciones
socio-políticas, las huelgas y enfrentamientos violentos, las condiciones
económico-sociales y, en plano de las relaciones internacionales, el
imperialismo y el rol predominante del capital norteamericano, fueron la
consecuencia natural de este cambio de paradigma[2]. Sin embargo, estos estudios descuidaron
aspectos tan importantes como los debates en torno a la cuestión social, los
avances en materia de legislación del trabajo, modalidades de regulación de la
protesta obrera y qué decir de la acción del Estado en pro del mejoramiento de
la condición social del pueblo. En materia sindical, se tendió a estudiar su
desarrollo en vinculación con los avances de los partidos de izquierda, primero
el comunista, creado en 1922, y luego el socialista, creado en 1933[3]. Esto trajo como resultado, por una parte, el
valorar –quizás en exceso– el aporte de los sindicatos en el proceso de
democratización del país[4], descuidando el hecho de que no pocas de sus
acciones respondieron a intereses más bien corporativos, que ayudaron a minar los
fundamentos democráticos. Por otra parte, al relacionar en demasía determinadas
organizaciones sindicales con los partidos de izquierda, mucho de sus retrocesos
y avances se vincularon con las crisis y rearticulaciones operadas en el
sistema político, desconociendo el grado de autonomía relativa que los
sindicatos tienen con respecto a los partidos o, lo que es peor, minimizando la
importancia de otras organizaciones gremiales que no se insertan en un cuadro
político clásico.[5]
Lo
anterior condujo a otro problema instalado por la historiografía marxista: la
fuerte inclinación obrerista que se
le dio a la organización sindical. Si bien la legislación chilena, desde 1924,
había definido a los sindicatos como organizaciones de defensa de intereses
tanto en la rama industrial como profesional, se tendió a estudiar, con cierto sesgo
ideológico, preferentemente a las organizaciones obreras. Como resultado de lo
anterior, no se mostró el mismo interés por investigar las organizaciones de
empleados fiscales, particulares y municipales, por nombrar algunas[6], y cuando se las estudió se hizo con el
prejuicio característico de señalarlas como asociaciones que respondían a sus
propios intereses de clase y que minaban la unidad de lucha[7]. Lo mismo se puede argumentar sobre la acción
del catolicismo en la promoción de las organizaciones sindicales. Como
excepción podemos nombrar los estudios sobre el padre Alberto Hurtado y su
labor en pro de la libertad sindical y aquellos sobre Clotario Blest, en cuanto
a su vertiente cristiana, así como de sindicalización de los empleados públicos
y de unificación del movimiento obrero[8].
La experiencia de la Unidad
Popular ha obligado a replantear muchos de los supuestos con los que operó la
historiografía marxista clásica en relación con el movimiento obrero. En primer
lugar, no pocos historiadores operaron con el esencialismo de suponer una
predisposición revolucionaria en los trabajadores chilenos. Toda experiencia en
contrario, era calificada como fría maquinación de intereses foráneos (de clase
o del imperialismo). En segundo lugar, se pensaba que un contexto de profundización
democrática forzaría a los trabajadores a optar por las posturas más izquierdistas,
en el entendido de que las restricciones operadas en el sistema político, al
menos hasta los años 1960, habían distorsionado la representación de esos
sectores. Por último, que la conquista del aparato del Estado fortalecería la
unidad sindical y, con ello, el proyecto revolucionario de transformación social.
Sin querer profundizar en estos aspectos, el golpe militar de 1973 supuso una profunda represión al movimiento
político-popular de izquierda, lo que limitó al extremo el desarrollo de un
pensamiento crítico y truncó, de paso, los aportes de la historiografía
marxista. Esto produjo que los pocos estudios sobre el sindicalismo chileno,
durante los años 1970 y 1980, fueran realizados por sociólogos y cientistas
políticos[9]. La
decepción provocada y, en muchos casos, el profundo impacto causado por la
derrota del proyecto socialista-democrático, junto a la experiencia del exilio
y la acción represora de un Estado autoritario y dictatorial, no hicieron más
que profundizar la distancia con la mirada positiva o de autocomplacencia que
se tenía de la institucionalidad democrática del siglo XX y de todos los avances
del Estado de compromiso[10]. Algunos representantes de la Nueva Historia Social han expresado un
fuerte prejuicio con respecto a la política, al menos en su definición clásica,
lo que incluye el sistema de partidos, las definiciones electorales y la búsqueda
o mantención del poder, proponiendo una historia social desprovista de lo
político[11]. La cuestión del poder ha sido desplazada hacia el problema de la
soberanía y autonomía del sujeto popular. Estas serían las condiciones
explicativas de por qué no hubo historia sindical y laboral durante más de tres
décadas (años 1970 y fines de los años 1990).
Solo en los últimos años, de la mano
de historiadores jóvenes, se observa un interés renovado en la reconstrucción
de la historia sindical durante la dictadura militar. Estas perspectivas buscan
ofrecer nuevas entradas a la comprensión de la dictadura militar (1973-1989) precisando
el papel jugado por las organizaciones de trabajadores y otros movimiento
sociales (de pobladores y juveniles) en el retorno a la democracia (la mirada proyectiva)
y el impacto que produjeron las reformas
neoliberales (Plan Laboral de por medio)
en la destrucción del entramado sindical chileno y la formación de un
nuevo sindicalismo postdictadura (la
mirada retroactiva)[12].
Sin embargo, muchos de los enfoques que
subyacen en estos estudios pioneros siguen reduciéndose a estudios que se
centran al interior de las fronteras nacionales. En tiempos de globalización, y
con nuevos enfoques en lo que dice relación con la historia transnacional, de
las circulaciones y comparada, existen posibilidades de avanzar en integrar
procesos, actores e instituciones internacionales en el estudio del
sindicalismo en nuestro país. Los aportes de las historiografías obreras
latinoamericanas, desarrolladas entre los años 1940 y 1990, fueron sustanciales
en establecer las etapas cronológicas de su evolución, precisar la influencia
de corrientes ideológicas extranjeras, identificar desencuentros entre las
organizaciones obreras y la clase política o seguir su maduración organizativa[13]. Sin embargo quedaron reducidas a ser un recuento de procesos
nacionales, poco vinculados con el contexto internacional y menos aún con la
formación de dinámicas regionales: circulación de ideas y líderes sindicales;
formación de una experticia técnica que movilizó ideas en pro del mejoramiento
social y económico. En concreto, las historias obreras fueron una prolongación
de las historias nacionales[14].
En
la actualidad existen diversos investigadores que señalan la necesidad de
estudiar lo social, el trabajo y la clase obrera desde perspectivas
transnacionales, lo que debe considerar
los vínculos existentes entre la consolidación de un pensamiento social
nacional, la formación de una institucionalidad internacional y la cooperación
técnica[15].
La Dictadura Militar y su impacto internacional, se presta muy bien para
la promoción de enfoques transnacionales, y superar las miradas locales que se
han hecho sobre el conflicto socio-laboral. Perspectivas comparadas con la
realidad argentina; las plataformas de ayuda y de solidaridad internacional
ofrecidas por los trabajadores y dirigentes sindicales exiliados; la acción de
organismo internacionales como la OIT en defensa de los derechos laborales
durante el periodo; y la acción de organizaciones sindicales de alcance mundial
y su impacto en el plano nacional, ayudarían a avanzar más rápidamente en el
conocimiento de la historia sindical reciente.
Es en este contexto que se enmarca el estudio de Rodrigo Araya editado
este año por la Universidad Alberto Hurtado. Se trata de la presentación de
fuentes sindicales muy variadas, como el Comité Exterior de la CUT, el apoyo de
las organizaciones sindicales internacionales (FSM, CIOSL) a los trabajadores
chilenos, algunas artículos de la revista Chile Sindical, declaración de
principios de la Unión Democrática de Trabajadores, discurso de Manuel Bustos
en la Conferencia del movimiento sindical libre por los DDHH y Sindicales en
Chile, realizada en Madrid en 1983, documentos sobre el Comando Nacional de
Trabajadores, la VI Asamblea Nacional de
la Coordinadora Nacional Sindical, de 1984 y una serie de pliegos de
trabajadores, entre otros. Aunque se echa de menos una presentación que
articule de mejor forma el conjunto de artículos, por su variedad y complejidad
de instituciones y personajes que aparecen, busca llenar un vacío en los
alcances más globales de la reconstitución del movimiento sindical bajo dictadura.
Por
último, un estudio sobre las fuentes sindicales en Dictadura, nos obliga a
pensar en cómo se ha hecho la historia del movimiento obrero en Chile. Las
fuentes principales que se han utilizado han sido los periódicos. Esto responde
a dos razones. Primero, los trabajadores mostraron un temprano éxito
organizativo, medido por la capacidad que tuvieron en iniciar la publicación de
un periódico que difundiera sus ideas y objetivos, y que además ayudara a
fortalecer la unidad sindical. Esto hizo que la prensa obrera fuese variada y
en no pocos casos de alcance nacional. Existe una muy buena clasificación de
dicha prensa, la que además ha sido objeto de estudios pormenorizados[16].
Segundo, la ausencia de fuentes de archivo de las organizaciones más
características de los trabajadores se puede explicar por la falta de celo en
resguardar la documentación generada. Dificultades en dar forma a una cultura
de la memoria y una política de resguardo patrimonial de las acciones y eventos
realizados por los trabajadores organizados puede explicar lo anterior. La
represión llevada a cabo por las autoridades públicas y policiales, que
destruyeron no pocos locales, y la confusión que en algunos casos tuvieron las
acciones sindicales con las partidarias, generó desconfianzas en organizar
archivos que pudiesen contener información clasificada y posible de ser
revisada con una lógica revisionista.
Por las razones que sean, este exceso en el
uso de la prensa obrera en la reconstitución del movimiento sindical ha traído
como consecuencia positiva el obligar a hacer un rastreo sistemático de dicha
prensa, aún a costa de sacrificar la mirada integral y de larga duración. Por el contrario, en algunos estudios no
siempre aparece clara la evolución que presenta un periódico a través de sus
años –en el caso de que haya superado los primeros meses o números de
circulación– o las distintas posiciones políticas y sindicales que lo dividen.
Esto mismo ha hecho que si bien la revisión de la prensa obrera sea
pormenorizada, su uso sea contingente para apoyar tal idea u opinión. No sé si
tales razones expliquen la falta de investigaciones que aborden de manera
sistemática la historia de un sindicato u organización obrera, pero aparece
evidente que no necesariamente la revisión detallada de la prensa ha traído como
consecuencia el mayor conocimiento de un sindicato o rama industrial.
Hoy día las posibilidades que ofrecen fuentes
de archivo de organismos internacionales para estudiar la historia sindical y
obrera se multiplican. Los medios y recursos que ofrece la web permiten el
acceso inmediato a documentos que años atrás hubiese sido difícil de conocer, aunque
obliga a nuevos ejercicios de crítica de fuentes, en el entendido que su propia
difusión supone estrategias organizativas y selectivas no exentas de intereses
particulares.
[1] Ricardo Ffrench-Davis y
Bárbara Stallings, Reformas, crecimiento
y políticas sociales en Chile desde 1973, Santiago, Lom Ediciones,
2001.
[2] Para un estudio crítico, ver
Sergio Grez, “Movimiento popular urbano en Chile entre el cambio de siglo y la
época del Centenario (1890-1912). Avances, vacíos y perspectivas
historiográficas”, Contribuciones
científicas y tecnológicas, N°109, agosto, 1995, pp. 37-45; Jorge Rojas
Flores, “Los trabajadores en la historiografía chilena: balance y
proyecciones”, Revista de Economía &
Trabajo, N°10, 2000, pp. 47-117.
[3] Hernán Ramírez, Origen y formación del Partido Comunista de Chile, Santiago,
Austral, 1965; Julio Cesar Jobet, El
partido socialista de Chile, Santiago, Prensa Latinoamericana, 1971; Paul Drake, Socialismo y populismo en Chile,
Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1992.
[4] Crisóstomo Pizarro en una
obra de 1985 señala: “En suma, el movimiento sindical y su acción huelguística
deben ser considerados como uno de los agentes estratégicos de los cambios
democráticos del presente siglo”, en La
huelga obrera en Chile, Santiago, Ediciones Sur, 1986, p. 213. En tanto
Rolando Álvarez, escribe: “Durante el siglo XX, el movimiento sindical chileno
tuvo un importante papel en el proceso de profundización de la democracia, la
obtención de derechos sociales y mejorías económicas para los asalariados del
país”, en “El plan laboral y la negociación colectiva ¿Origen de un nuevo
sindicalismo en Chile? 1979-1985”, Boletín
del Instituto de Historia Argentina y Americana, “Dr. Emilio Ravignani”,
N°35-36, segundo semestre 2011/primer semestre 2012, pp. 92.
[5] Alan Angell, Partidos políticos y movimiento obrero en
Chile, México, Ediciones Era, 1974.
[6] Al respecto ver Azun
Candina, Clase media, Estado y
sacrificio: La Agrupación Nacional de Empleados Fiscales en Chile contemporáneo
(1943-1983), Santiago, Lom Ediciones, 2013.
[7] Crisóstomo Pizarro, op. cit.; Jorge Barría, Historia de la CUT, Santiago,
Editorial Prensa Latinoamericana, 1971.
[8] William Thayer Arteaga, El Padre Hurtado y su lucha por la libertad
sindical, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1999; Maximiliano
Salinas, Clotario Blest, Santiago,
Arzobispado de Santiago, Vicaría Pastoral Obrera, 1980; Gilda Orellana,
“Clotario Blest en la CUT: por una nueva cultura sindical y política
(1953-1961)”, Tiempo Histórico, N°7,
2013, pp. 29-64.
[9] Guillermo
Campero y José Valenzuela, El movimiento
sindical chileno en el capitalismo autoritario: 1973-1981, Santiago, ILET,
1981; Manuel Barrera, La demanda democrática de los trabajadores
chilenos, Santiago, CED,
1984; Manuel Barrera et al., Sindicatos y estado en el Chile actual,
Santiago, CES, 1985; Jaime Ruiz Tagle, “El movimiento sindical chileno y la
crisis del capitalismo autoritario”, en Varios autores, Los movimientos
sociales y la lucha democrática en Chile, Santiago, CLACSO-ILET, 1985; J.
Samuel Valenzuela, “El movimiento obrero bajo el régimen militar”, en Francisco
Zapata, Clases sociales y acción obrera en Chile, México, El
Colegio de México, 1986; Patricio Frías, El movimiento sindical
chileno en la lucha por la democracia, Santiago, PET, 1989.
[10] Gabriel Salazar y Julio Pinto
haciendo referencia al Estado del siglo XX señalan: “Echando mano de la
ingeniería de gobernabilidad: universalizando el derecho al voto individual,
pero anulando toda participación ciudadana, individual o colectiva en la toma
de decisiones públicas. La “comunidad cívica” fue pulverizada por la
individuación electoral y la reducción del ciudadano a la doble condición
pasiva de peticionario y beneficiario de las políticas públicas”, Historia contemporánea de Chile I, Santiago,
Lom Ediciones, 1999, p. 94.
[11] El año 2005 el historiador
Sergio Grez criticó a algunos representantes de la Nueva Historia Social por la
ausencia de contenido político en sus investigaciones, “Escribir la historia de
los sectores populares: ¿con o sin política incluida? A propósito de dos
miradas a la historia social (Chile, siglo XIX)”, Política, vol. 44, Santiago, 2005.
[12] Rolando Álvarez, “¿Represión o
integración? La política sindical del régimen militar. 1973-1980, Historia, N°43, vol. II,
julio-diciembre, 2010, pp. 325-255; Rodrigo Araya, “Cambios y continuidades en
el movimiento sindical chileno en los años 80. El caso del Comando Nacional de
Trabajadores”, Historia, N°47, vol.
1, enero-junio 2014, pp. 11-37. También se puede ver P. Winn, Victims
of the chilean miracle: workers and neoliberalism in the Pinochet era,
1973-2002, Durham, Duke University Press, 2004, y Paul Drake, Labor Movements and Dictatorships:
The Southern Cone in Comparative Perspective, Johns Hopkins University Press, 1996.
[13] Para un balance crítico acerca
de la historiografía sobre el movimiento obrero latinoamericano, ver Patricio
Herrera, "La CTAL en la historiografía obrera. 1938-1963", Cuadernos de Historia, N°36, 2012.
[14] Enfoques que parecen proyectarse
a estudios recientes, como el de Francisco Zapata, El sindicalismo latinoamericano. Historia mínima, México, El
colegio México, 2013. Una perspectiva que busca superar estas miradas tradicionales sobre la
evolución del movimiento sindical latinoamericano es aquel de Patricio Herrera
sobre la CTAL, En favor de una patria de los trabajadores”.
La Confederación de Trabajadores de América Latina y su lucha por la
emancipación del continente, 1938-1953, Tesis de Doctor en Historia, Centro de
Estudios Históricos, El Colegio de Michoacán, Zamora, México, 2013, (inédita).
[15] Marcel Van der
Linden, Historia transnacional del
trabajo, Valencia, Centro Francisco Tomás y Valiente UNED Alzira-Valencia,
2006; Jan Lucassen, (Ed.), Global Labour
History: A State of the Art, Bern, Peter Lang AG, International Academic
Publishers, 2006; Kenneth Bertrams y Sandrine Kott, “Actions sociales
transnationales”, Genèses, 2008:2, N°71,
pp. 2-3; Sandrine Kott, “Les organisations internationales, terrains d'étude de
la globalisation. Jalons pour une approche
socio-historique”, Critique
internationale, N°52, 2011, pp. 9-16; Jasmien Van Daele et al. (Eds.), ILO Histories: Essays on the International Labour Organization and Its
Impact on the World During the Twentieth Century, Bern, Peter Lang AG,
International Academic Publishers, 2010; Isabelle Lespinet-Moret y Vincent Viet
(coords.), L’Organisation internationale
du travail, Rennes, Presses Universitaires de Rennes, 2011.
[16] Osvaldo Arias, La prensa obrera en Chile.
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